lunes, 18 de noviembre de 2013

Libertadora.

 
<<Tú que calmas a las bestias.
Tú que adormeces mi ira.
Tú que te apoderas de mis fuerzas y no las malgastas.>>


Te debo tantas cosas, tantos vítores y gritos por controlar mi maldad y mi nerviosismo, tú que me controlas cuando soy un renegado de mi mismo, cuando me atas en mis momentos malos, perdidos por una fuerza extraña y maligna que lo único que quiere es causar el caos y destrozar todo lo que encuentre a mi alrededor, romper con todo y sumir a cenizas hasta el más mínimo gramo de polvo, tú que controlas que la madera no se astille de la misma manera que lo haría si explotase una bomba a su lado. Tú que consigues que no corra sangre, dolor, gritos, llantos y lamentos.
Te debo tanto.



En miles de ocasiones he tenido la sensación de que me envolvía en sus fauces y me devoraba, y todo lo que me rodeara fuera mi enemigo, aunque fuera un simple zapato, notaba como tenía que acabar con él, destrozarlo, cogerlo y estamparlo contra lo primero que viera, porque de ahí manaba mi inquietud y mi angustia.
Y ahora que recuerdo aquellos altercados, ahora que noto su voz alentándome en que la siga, en que escuche su llamada, tú, me vuelves a calmar y me libras.


''Y por eso, la maldigo a ella, tanto como te maldigo a ti.
¿Y sabes por qué?, porque por más que me salves y me des valentía,
voy a seguir sintiéndome dependiente de ti.''