viernes, 20 de enero de 2017

Solías ser arte...

© Fotografía. Olga Doganoc


Solías ser arte…
Y como arte que eras yo me desatendía. Te observaba extenuante hasta que el mismo tiempo me resultó insignificante. Mi mente se desencajaba si no te contemplaba y hasta mis músculos se entumecían si no me sentaba a admirarte. Entre mis ojeras y mis dilemas prefería enfermarme, puesto un segundo sin hallarte resultaba abandonarse a la locura y cualquier desazón conseguía que hasta yo mismo me replanteara mi cordura.

Solías ser arte…
Y como arte que eras el observador no vale nada. Mi tiempo perdido sólo era un deleite bien atendido, puesto lo único que buscas es ser alabada, y el tiempo para ti carece de toda importancia. Ambiciosa, cada día te ponías más hermosa, y cuantas más miradas recibías más aumentaba tu porte orgullosa sabiendo que ningún mortal juzgaría malamente tu apariencia vanidosa.

Solías ser arte…
Y como arte que eras me corrompiste. No hallé refugio bajo ningún otro techo que no fuese el tuyo, y mi camino no era aquel otro que no compartiera el mismo final. Y un día,  prisionero de ti, me dejaste varado en la orilla de la amargura, te fuiste un día después de que hube jurado ante todos mi amor ante ti, con toda su bravura.


Y varado en esa orilla perdido de cualquier incumbencia, me percaté de mi presencia. Y entonces, comprendí por qué solías ser arte… 
Porque el arte sólo importa para quien lo contempla y se rinde ante su magnificencia.


lunes, 9 de enero de 2017


Digamos que es complicado. Deprimente. Incluso, asfixiante.

Somos de los que nos queremos pasar nuestra vida divagando entre letras, entre historias y leyendas. Somos los que tememos el inevitable punto y final pero ansiamos pasar página. Somos los que soñamos estando despiertos, los que podemos estar en varios mundos a la vez y enamorarnos de personajes cuyo físico sólo es descrito mediante sutiles palabras. Somos los que abandonamos cualquier cosa por una buena novela y los que nos sobrecogemos cuando esta no parece cumplir nuestras expectativas.

En nuestro día a día persiste esa insatisfacción de no tener el tiempo suficiente para leer, no contar con el dinero suficiente para comprarte el libro que deseas, o simplemente el arrepentimiento de haberte leído un libro demasiado rápido que podrías haber saboreado mejor.

Somos de los que nos pasamos mañanas y tardes enteras en una librería buscando nuestra próxima conquista que devorar… y los que dejemos que pase un tiempo entre libro y libro, como si fuese una relación de la que aún no puedes olvidarte. Y sí… También somos de esos que sentimos, gritamos e incluso lloramos en esos momentos de pérdida, en los que el personaje se desvanece, y sientes la impotencia de no poder hacer nada al respecto.

Somos de los que pensamos que salir a la calle sin un libro no tiene sentido. De los que nuestra mayor pesadilla es que nos pidan prestado un libro, preguntándonos si vamos a volver a verlo. De los que  nos impacientamos esperando el próximo libro de la saga y de los que preferimos quedarnos en casa leyendo antes que salir un sábado.

Pero supongo que aunque tengamos nuestros tropiezos y contratiempos, pese a todo lo que nos hagan pasar los escritores, lo que nos insta a seguir leyendo, es que después de cada libro, uno nunca seguirá siendo el mismo.