Somos de los que nos
queremos pasar nuestra vida divagando entre letras, entre historias y leyendas.
Somos los que tememos el inevitable punto y final pero ansiamos pasar página.
Somos los que soñamos estando despiertos, los que podemos estar en varios
mundos a la vez y enamorarnos de personajes cuyo físico sólo es descrito
mediante sutiles palabras. Somos los que abandonamos cualquier cosa por una
buena novela y los que nos sobrecogemos cuando esta no parece cumplir nuestras expectativas.
En nuestro día a día persiste
esa insatisfacción de no tener el tiempo suficiente para leer, no contar con el
dinero suficiente para comprarte el libro que deseas, o simplemente el
arrepentimiento de haberte leído un libro demasiado rápido que podrías haber
saboreado mejor.
Somos de los que nos
pasamos mañanas y tardes enteras en una librería buscando nuestra próxima
conquista que devorar… y los que dejemos que pase un tiempo entre libro y
libro, como si fuese una relación de la que aún no puedes olvidarte. Y sí… También
somos de esos que sentimos, gritamos e incluso lloramos en esos momentos de
pérdida, en los que el personaje se desvanece, y sientes la impotencia de no
poder hacer nada al respecto.
Somos de los que
pensamos que salir a la calle sin un libro no tiene sentido. De los que nuestra
mayor pesadilla es que nos pidan prestado un libro, preguntándonos si vamos a
volver a verlo. De los que nos
impacientamos esperando el próximo libro de la saga y de los que preferimos
quedarnos en casa leyendo antes que salir un sábado.
Pero supongo que aunque
tengamos nuestros tropiezos y contratiempos, pese a todo lo que nos hagan pasar
los escritores, lo que nos insta a seguir leyendo, es que después de cada libro,
uno nunca seguirá siendo el mismo.
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