lunes, 9 de enero de 2017


Digamos que es complicado. Deprimente. Incluso, asfixiante.

Somos de los que nos queremos pasar nuestra vida divagando entre letras, entre historias y leyendas. Somos los que tememos el inevitable punto y final pero ansiamos pasar página. Somos los que soñamos estando despiertos, los que podemos estar en varios mundos a la vez y enamorarnos de personajes cuyo físico sólo es descrito mediante sutiles palabras. Somos los que abandonamos cualquier cosa por una buena novela y los que nos sobrecogemos cuando esta no parece cumplir nuestras expectativas.

En nuestro día a día persiste esa insatisfacción de no tener el tiempo suficiente para leer, no contar con el dinero suficiente para comprarte el libro que deseas, o simplemente el arrepentimiento de haberte leído un libro demasiado rápido que podrías haber saboreado mejor.

Somos de los que nos pasamos mañanas y tardes enteras en una librería buscando nuestra próxima conquista que devorar… y los que dejemos que pase un tiempo entre libro y libro, como si fuese una relación de la que aún no puedes olvidarte. Y sí… También somos de esos que sentimos, gritamos e incluso lloramos en esos momentos de pérdida, en los que el personaje se desvanece, y sientes la impotencia de no poder hacer nada al respecto.

Somos de los que pensamos que salir a la calle sin un libro no tiene sentido. De los que nuestra mayor pesadilla es que nos pidan prestado un libro, preguntándonos si vamos a volver a verlo. De los que  nos impacientamos esperando el próximo libro de la saga y de los que preferimos quedarnos en casa leyendo antes que salir un sábado.

Pero supongo que aunque tengamos nuestros tropiezos y contratiempos, pese a todo lo que nos hagan pasar los escritores, lo que nos insta a seguir leyendo, es que después de cada libro, uno nunca seguirá siendo el mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario